A Laura Casanova, una barranquillera de 23 años, la vida le cambió por completo hace tres años. Un día cualquiera, comenzó a sentir mucho dolor de cabeza, cansancio y un sueño inevitable. Su piel se tornó pálida y de un color amarillento.

En compañía de su familia, se practicó algunos exámenes para tratar de descubrir lo que le sucedía, pero los resultados de los estudios no arrojaban nada. Aparentemente todo estaba bien, aunque la realidad era otra.

Cada día que pasaba, los niveles de sangre de Laura se reducían más y más. Los médicos pensaron en todas las hipótesis, pasaron de encontrar explicaciones a la enfermedad en el orín de las ratas, hasta algún tipo de hepatitis, pese a que los exámenes seguían saliendo negativos.

Así pasaron algunos días, hasta que Laura tuvo que ser hospitalizada en la Unidad de Reanimación de la clínica General del Norte porque su situación de salud era cada vez más delicada. Incluso le alcanzaron a tramitar el traspaso a UCI mientras que a sus padres no les daban muchas esperanzas.

Sin embargo, cuando le ordenaron la primera transfusión de sangre debido a los bajos niveles reflejados en un hemograma, milagrosamente Laura comenzó a reaccionar, hasta que se recuperó completamente. En esa primera ocasión salió de alta a los 20 días.

Un año y medio después, Laura volvió a recaer, esta vez con una situación mucho más complicada. “Me puse amarilla al punto de que mis ojos eran fluorescentes. Me sentía muy mal, en ocasiones hasta pensé que me moría. Me hacían muchos estudios y nuevamente no salía nada. Mi sangre cada vez se reducía más”, dice la mujer a Zona Cero.

En esta segunda ocasión en la clínica, los médicos dieron con el diagnóstico, para nada alentador: anemia hemolítica autoinmune y hepatitis autoinmune. Para Laura esta fue una de los peores momentos de su vida. Estuvo deprimida porque descubrió que su enfermedad no tiene cura, sino un tratamiento con corticoides.

Aunque Laura confiesa que alcanzó a pensar que su vida tendría fin, nuevamente comenzó a mejorar.

“Estaba muy asustada, solamente pensaba en mi niño que apenas tenía 3 añitos recién cumplidos". Y fue precisamente ese inmenso amor por su hijo lo que la ayudó a mantenerse aferrada y salir nuevamente adelante gracias a los procesos de transfusión de sangre, otra vez estaba recuperada.

La tercera vez que Laura encaró a la muerte fue hace ocho meses, en octubre de 2015, cuando los niveles de hemoglobina le marcaron en 6, lo que implicaba que le tuvieran que transfundir sangre de manera urgente.

El bazo, órgano clave para purificar la sangre, lo tenía hinchado y lo que hacía era destruir la propia sangre. La situación era tan complicada que el hematólogo contempló la posibilidad de extraérselo. Finalmente, con la aplicación de muchos medicamentos, Laura pudo recuperar sus fuerzas y su cuerpo comenzó a generar su propia sangre con los alimentos que le daban en la clínica.

“Siempre he sentido un gran temor por que me extraigan el bazo. Siempre he escuchado que el bazo es el anticuerpo del ser humano. Me decían que tendría que andar en la clínica y andar con tapabocas porque podría contagiarme con nada”, cuenta Laura.

Desde entonces, Laura aún no ha podido practicarse ese procedimiento, aunque tras una ecografía, los médicos le dijeron que el órgano no estaba tan hinchado como antes y quizás no sea necesario que se lo extraigan. Simplemente deberá seguir consumiendo algunas pastillas para mantenerse bien.

“Cuando recibí esa noticia abracé a mi hijo con mucha fuerza. Le di gracias a Dios y le dije a mi hijo que iba a vivir para él. Lloré cuando mi hijo me dijo: mami, te amo, y me abrazó. Me sentí muy feliz… Muy tranquila”, dice.

Por el momento, Laura siente una especie de resignación porque sabe que cada cierto tiempo, los padecimientos le vuelven. “Últimamente me he sentido muy recaída y con los síntomas de la anemia hemolítica autoinmune. Por eso le pido a Dios que me de mucha salud”.

Por estos días está esperando una cita con su médico de familia para comentarle los síntomas que tiene y esperar que le ordene un hemograma y nuevos exámenes para saber cómo se encuentran sus niveles.

Hoy, cuando se celebra el Día Mundial del Donador de Sangre, Laura agradece con la mano en el corazón las buenas intenciones de las personas que, de manera desinteresada, donan su sangre sin saber que con esa buena acción le están salvando la vida a personas como ella.

“Por eso le doy muchas gracias a mis hermanos, que siempre donan sangre y también a la gente que no conozco, que con su buen corazón donan su valiosa sangre para salvarnos a los que la necesitamos”, dice conmovida.

“A todo el que pueda siempre le digo: donen sangre que eso ayuda a salvar muchas vidas. A mí me la han salvado tres veces”.

Donar sangre salva vidas

Según cifras del DANE, por cada mil habitantes en Colombia, apenas 15 donan sangre, una cifra muy baja teniendo en cuenta que el periodo de vida útil de la sangre es muy corto: puede oscilar entre una semana y un mes, por lo que constantemente es necesario abastecer los bancos de sangre. 

"Cada persona que dona su sangre puede salvar la vida de al menos tres personas. Debemos ser conscientes de que no hay un sistema tecnológico que se haya creado para fabricar sangre humana y la de los animales no se puede usar. Donar sangre es un acto de total solidaridad, de generosidad y de altruismo. Es una acción desinteresada y benéfica. Recuerda: en algún momento tú también puedes necesitar sangre", Liliana Márquez, directora del banco de sangre Diagnosalud, a propósito del Día Mundial del Donador de Sangre.